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213 de la rue Saint-Honoré, Paris. El templo de las fashion victims. La catapulta de tendencias. La madre de los concept stores. Colette.
En los últimos años empezó a sonar en el ambiente una palabra que mantiene en vilo tanto a grandes diseñadores como a seguidores o consumidores de moda. Se trata de la tendencia, de lo trendy. Cool hunters, cazadores de tendencias, trend setters, y ahora los concept stores: locales que imponen lo que vendrá. Y si hay uno en el mundo que lo hace sin miedo a equivocarse, ese es el parisino Colette. Un prescriptor infalible de tendencias ya que son ellos mismos quienes deciden cuál será el próximo must have. Ya que es desde ahí donde su dueña, Colette Rousseaux, moldea la moda.
Fue en 1997 cuando Rousseaux abrió su homónimo Colette en un local de 700 m2 en la rue Saint-Honoré de Paris. Y desde entonces, todo lo que se puede encontrar en cada rincón de sus tres pisos está de moda o se supone que va a estarlo. Desde golosinas Haribo por un euro el paquete, hasta carteras y vestidos a precios desorbitantes, Colette impone la moda.
En el sótano, el famosísimo bar de aguas y una galería de arte con exhibiciones temporarias. En la planta baja, una selección de objetos de diseño, revistas, libros, discos, relojes, y un rincón especial dedicado a las zapatillas deportivas, el Bapestore de Colette. Y subiendo la escalera al primer piso, uno puede acceder a la moda femenina y masculina.
La sensación es la de querer ver todo a la vez y terminar por no ver nada. Es simplemente el ambiente, la gente que concurre a diario al templo de las tendencias. Es presentir que desde ahí está surgiendo algo nuevo. Se percibe, está en el aire. Cada detalle, las paredes, los distintos exhibidores, las vidrieras, se conjugan para generar el fenómeno. Pero, ¿cómo es que Colette se transformó en lo que es hoy en día?
Colette Rousseaux dirigía Polo, un mayorista del barrio del Sentier. El Sentier parisino fue durante los años setenta y ochenta el infierno de los diseñadores, ya que ahí se encontraban los talleres donde se cosían réplicas de las prendas presentadas en pasarela (La Salada francesa).
En los 90, con la llegada de las firmas low-cost a Europa, las ventas de Polo bajaron. Entonces, siempre un paso adelante, Rousseaux decidió vender su marca y con ese dinero compró el local donde actualmente está Colette.
Junto a su hija, Sarah Lerfel, abrieron la tienda que rápidamente se convirtió en un éxito, un lugar único en el mundo. Son sus decisiones, sus selecciones, sus gustos, su percepción, su olfato, características que lo hacen irreproducible.
Uno de sus más populares logros fue hacer renacer de las cenizas a las alguna vez olvidadas All Star de Converse. Si bien las zapatillas de la estrella eran conocidas hacía décadas, a fines de los 90 y principios del 2000 parecían haber sido tragadas por la tierra. El resurgimiento de las botitas de lona fue pura responsabilidad de Sarah, la hija de Colette.
Es por ello que todos quieren estar en Colette. Las marcas buscan, a toda costa, hacerse un lugarcito en el concept store. Hacen productos exclusivos, piezas únicas, modelos collectors (de colección), cualquier estrategia es válida para acomodarse entre la oferta del famoso local de rue Saint-Honoré. Pero no son los diseñadores los únicos que están atentos a lo que pasa en la tienda. Quienquiera que trabaje de cerca o de lejos en una profesión relacionada con el mundo de la moda, la visita regularmente. O al menos, lo más regularmente posible. Profesionales pasan por Colette para analizar sus vidrieras, inspirarse en la estética, copiar los productos, hacer compras, o simplemente observar outfits y looks de los clientes.
Rockin it Suckers exhibido en Colette
Ya está instalado entre los grandes diseñadores y el ambiente de la moda europea. Todos saben que la moda hasta hecha, en parte, de las elecciones de Colette. Ahora se esta volviendo popular, traspasó los límites del selecto mundo de la moda para convertirse en un nuevo destino turístico: figura en todas las guías, se le dedican programas de televisión y documentales. Un nuevo motivo para visitar la mítica Paris.
El concept store Colette en Paris
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